jueves, 21 de junio de 2007

El principio del fin

Muy pocos occidentales saben que estamos sumergidos hasta el cuello en la era del Kali Yuga. Según las antiguas escrituras hinduístas, hay cuatro períodos en los que se divide el paso del hombre por el mundo. El Kali Yuga, como muchos habrán imaginado, es el último de ellos.
Como dice el Mahabhárata (más o menos el equivalente a la Biblia en la India), el Kali Yuga comenzó allá por el siglo III antes de Cristo, es decir, en España los celtas y los iberos aún no habían tenido el gusto de conocerse, los fenicios estaban proyectando venir a pasar unos días al levante y los romanos aún ni sabían que Tarraco estaba a tiro de piedra de la Itálica. Este vaticinio del fin de nuestro mundo comenzó ya hace mucho. El Kali Yuga es la era del ocaso de la humanidad, de la pérdida de valores, de religiones violentas, de guerras, de conquistas, de materialismo, de la extinción de la espiritualidad y de enfermedades y catástrofes naturales. También, siempre según los textos, es la era en la que casta más baja toma el poder, y como consecuencia surgen gobiernos corruptos y decadentes, que maltratan a las personas y a la propia tierra. Los más válidos, los pensadores y los filósofos serán perseguidos y marginados.
En resumen, una radiografía casi perfecta de cómo ha ido el mundo desde entonces hasta ahora. Curioso, ¿no? Y eso que fué escrito hace más de 5000 años. Lo que no dice el Mahabhárata es cúanto nos queda exactamente, ni qué pasará cuando el hombre desaparezca. Parece ser que será Vishnú quien tenga la tarea de poner orden al caos y de pasar a cuchillo a más de uno.

1 comentario:

Johnny Lingam dijo...

Queda bastante para el fin del Kali Yuga (algunos miles de años). Hay cronologías para todos los gustos desde las que vienen en la Wikipedia hasta las de diversos eruditos. Me temo que nosotros tampoco seremos testigos del gran petardazo final y tendremos que conformarnos con nuestros respectivos fines del mundo particulares.

Por otra parte, las profecías de los Puranas no son nada proféticas, en mi humilde opinión, sino una serie de lugares comunes que los moralistas de todas las épocas han denostado:
“La lluvia es errática. Los comerciantes deshonestos. Nadie deja de emplear un lenguaje grosero, nadie cumple su palabra, todos son envidiosos… Gente sin moral predica a los demás la virtud. Reina la censura… En las ciudades y pueblos se forman asociaciones de criminales. (…) Son los más bajos instintos los que estimulan a los hombres del Kali Yuga. Ellos eligen preferentemente ideas falsas. No dudan en perseguir a los sabios. El deseo les atormenta. (…) Se mata a los fetos y a los héroes. Los obreros quieren desempeñar el papel de intelectuales, los intelectuales el de obreros. Los ladrones se convierten en reyes y los reyes en ladrones. Raras son las mujeres virtuosas. Se extiende la promiscuidad” (Linga Purâna, II, cap. 39 y 40).

Podemos estar tranquilos, porque lo de los intelectuales desempeñando el papel de obreros (y quitando excepciones puntuales e involuntarias como la China de Mao o la Camboya de Pol Pot) está por llegar. Por lo demás, la lluvia ha sido siempre errática, los reyes han sido siempre ladrones y las mujeres nunca han sido virtuosas (para desespero de los moralistas y regocijo de los libertinos), así que el supuesto carácter profético del texto no lo es tanto.