miércoles, 27 de junio de 2007

El himno que vino de Prusia

Hace tan sólo unos días los políticos volvieron a poner en órbita el tema del himno nacional español y su falta de letra. Curiosamente la iniciativa vino del Comité Olímpico Español. La entidad encargará (como si fuera una pizza) un himno que refleje los valores de una tierra abierta a lo geográfico y cultural, que recoja consenso y carezca de política, es decir, un popurrí blandurrio digno de espacios infantiles, escrito por algún juntapalabras ñoño. Con estos ingredientes no se hubiera cocinado La Marsellesa, de letra sublime pero violenta, amenazadora y belicosa hasta las cachas. Antes las naciones componían sus himnos con sangre y sacrificio, ahora España lo escribirá con cuidado de no ofender a algún colectivo.
El actual himno, nuestro porrompompón, es una marcha regalada por Federico II de Prusia a Carlos III llamada Marcha de granaderos. Al rey de España le gusto tanto que en 1770 la declaró Marcha Real, y con ello himno nacional, siguiendo el razonamiento ibérico de que todo lo de fuera es mejor. Este himno es igual de español que los fiordos noruegos.
A estas alturas y tal como y está la corrala sólo veo una solución: O nos quedamos con la insulsa melodía prusiana o declaran de una vez por todas himno nacional al insuperable pasodoble Suspiros de España. Este poema cantado, escrito por el maestro Antonio Álvarez Alonso transmite a la perfección lo terrible y hermoso que es haber nacido aquí. Está milagrosamente libre de toda ideología y tiene la cualidad de erizar el vello a (casi) todo hijo de vecino que se haya criado entre los Pirineos y Gibraltar. De todas las versiones me quedo con la de Diego el Cigala. Aquí os la dejo.

martes, 26 de junio de 2007

Lingua nostra

Entre los siglos XIV y XIX surgió entre los marinos y mercaderes del Mediterráneo una lengua común: el Sabir. Inicialmente fue mezcla de elementos romances de diferentes regiones, adaptándose luego a la evolución del italiano, el provenzal, el español, el portugués y el árabe. Gracias a este gazpacho, un comerciante libanés y un marinero siciliano podían entenderse sin problemas. La máxima expresión de la mediterraneidad, del una razza, una faccia. Una lengua inclasificable, riquísima y de una belleza sin precedentes.
Imaginemos por un momento que el Sabir se hubiese adaptado al devenir del tiempo, que se hubiese colado en un ámbito más culto y su expansión impregnase a todos los países ribereños. Habría sido un inmejorable vehículo de comunicación entre culturas tradicionalmente enfrentadas, sería un fósil viviente de lenguas romances ya perdidas, una solución a estatuts y sobre todo, una patada en los testículos a los nativos de la pérfida Albión y a su imperial english. Los anglosajones no habrían podido competir con un idioma tan vivo, tan pícaro, tan lleno de matices y de juegos de palabras, tan adaptable y tan sonoro. Europa se debatería entre la meridional lengua de olor a almendras y sabor a vino y la lengua nórdica del business y el fish and chips.
Hoy en día el Sabir está considerado como un idioma desaparecido, aunque algunos etnólogos románticos insisten en que aún se habla en un ámbito marino reducidísimo de las islas del mar Egeo, utilizando ahora una sintáxis árabe con vocabulario italiano, español, francés, sardo-catalán y turco.

lunes, 25 de junio de 2007

Aprendiendo a comer

Muy mal tiene que estar la cosa, equivocados los ritmos de vida, tergiversados los horarios laborales y devastadas las costumbres tradicionales para necesitar los servicios de un nutricionista. Hace sólo unos cuantos años ni siquiera existían y ahora surgen como setas debido a la demanda.
Al importar el modo de vida anglosajón no debemos extrañarnos de recibir también sus incovenientes. Por esa razón los españoles ahora necesitan gilipolleces tales como "personal shoppers" (asombroso). Igualmente hemos recibido con los brazos abiertos sus hábitos alimenticios, y ahora corremos aterrados hacia el regazo de los nutricionistas. Demasiadas hamburguesas envenenadas, miles de refrescos enlatados y el abuso de helados pringosos hacen que nuestra clásica triste figura torne en contornos grotescos y que nuestras arterias limpias y bien lubricadas se transformen en cañerías obturadas.
Es curiosamente en la ribera del Mediterráneo donde se hayan los índices más altos de obesidad infantil. Los bárbaros del norte, tras cercenar nuestras buenas costumbres, gritan ahora a los cuatro vientos lo que nuestros abuelos ya sabían: las propiedades del aceite de oliva, del ajo, del limón y del vino tinto. Así está el patio.

viernes, 22 de junio de 2007

La plaga del Frappuccino

El nombre Starbucks está sacado de la novela Moby Dick, pero significa literalmente y a capón dólares con estrella. Y resume perfectamente la ideología de esta franquicia que poco a poco y en silencio arrasa con bares, tiendas y comercios de todo tipo en nuestras urbes. Calles enteras aparecen infestadas de la noche a la mañana por el logotipo de la sirena.
Starbucks está hecho de plástico barato, madera contrachapada y empleados con sueldo basura. Es decir, la máxima expresión del american way of life al que nos han obligado a claudicar. La situación inmobiliaria tampoco nos favorece: las franquicias y la mafia china son los únicos que pueden hacer frente a los astronómicos alquileres. ¿Quién puede pagar un millón de pesetas mensuales vendiendo cerámica, alpargatas o sirviendo chatos? Ya casi nadie. Únicamente los empresarios con patente de corso que se permiten el lujo de cobrar más de tres euros por un mocca que sabe a aguachirri, servido en recipiente de cartón plastificado y que tienes que levantarte a buscar. Eso sí, la atmósfera hipster sigue atrapando a muchos despistados.
El café verde es sólo una porción del problema: Madrid parece cada vez más un satélite de Pittsburg, Chicago o Seattle. Nuestra personalidad se diluye poco a poco como una pastilla efervescente en el gran vaso de la cultura euro-yankee a la que nunca pertenecimos. Y a nadie aquí parece importarle. En Francia ya han tomado posiciones, y quijotes como José Bové han acabado entre rejas por tutear a los gigantes gringos. El roquefort y el burdeos a duras penas resisten los embites de la hamburguesa con esteroides y del jarabe químico de azúcar. Mientras tanto, invito a boicotear el nuevo Starbucks de la calle Génova, advirtiendo que la justicia y la corrección política siguen apoyando al Tío Sam.

jueves, 21 de junio de 2007

El principio del fin

Muy pocos occidentales saben que estamos sumergidos hasta el cuello en la era del Kali Yuga. Según las antiguas escrituras hinduístas, hay cuatro períodos en los que se divide el paso del hombre por el mundo. El Kali Yuga, como muchos habrán imaginado, es el último de ellos.
Como dice el Mahabhárata (más o menos el equivalente a la Biblia en la India), el Kali Yuga comenzó allá por el siglo III antes de Cristo, es decir, en España los celtas y los iberos aún no habían tenido el gusto de conocerse, los fenicios estaban proyectando venir a pasar unos días al levante y los romanos aún ni sabían que Tarraco estaba a tiro de piedra de la Itálica. Este vaticinio del fin de nuestro mundo comenzó ya hace mucho. El Kali Yuga es la era del ocaso de la humanidad, de la pérdida de valores, de religiones violentas, de guerras, de conquistas, de materialismo, de la extinción de la espiritualidad y de enfermedades y catástrofes naturales. También, siempre según los textos, es la era en la que casta más baja toma el poder, y como consecuencia surgen gobiernos corruptos y decadentes, que maltratan a las personas y a la propia tierra. Los más válidos, los pensadores y los filósofos serán perseguidos y marginados.
En resumen, una radiografía casi perfecta de cómo ha ido el mundo desde entonces hasta ahora. Curioso, ¿no? Y eso que fué escrito hace más de 5000 años. Lo que no dice el Mahabhárata es cúanto nos queda exactamente, ni qué pasará cuando el hombre desaparezca. Parece ser que será Vishnú quien tenga la tarea de poner orden al caos y de pasar a cuchillo a más de uno.

Comienza la danza

Dice el yogui Ramiro Calle que los derviches, con sus giros purificadores, enseñan a vaciar la mente de deseos para llenar el corazón de bondad y compasión.
Yo espero que mis giros y bailes sirvan para intercambiar opiniones, para aprender curiosidades y dar a conocer hechos.
Me voy a equivocar muchas veces, voy a tropezar y a dar pisotones. Lo siento, soy cojo.
Vamos a ello.