lunes, 25 de junio de 2007

Aprendiendo a comer

Muy mal tiene que estar la cosa, equivocados los ritmos de vida, tergiversados los horarios laborales y devastadas las costumbres tradicionales para necesitar los servicios de un nutricionista. Hace sólo unos cuantos años ni siquiera existían y ahora surgen como setas debido a la demanda.
Al importar el modo de vida anglosajón no debemos extrañarnos de recibir también sus incovenientes. Por esa razón los españoles ahora necesitan gilipolleces tales como "personal shoppers" (asombroso). Igualmente hemos recibido con los brazos abiertos sus hábitos alimenticios, y ahora corremos aterrados hacia el regazo de los nutricionistas. Demasiadas hamburguesas envenenadas, miles de refrescos enlatados y el abuso de helados pringosos hacen que nuestra clásica triste figura torne en contornos grotescos y que nuestras arterias limpias y bien lubricadas se transformen en cañerías obturadas.
Es curiosamente en la ribera del Mediterráneo donde se hayan los índices más altos de obesidad infantil. Los bárbaros del norte, tras cercenar nuestras buenas costumbres, gritan ahora a los cuatro vientos lo que nuestros abuelos ya sabían: las propiedades del aceite de oliva, del ajo, del limón y del vino tinto. Así está el patio.

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