viernes, 30 de noviembre de 2007

Sobre el Universo, Manuel Vicent

Un día nuestro planeta se convertirá en un pedregal absoluto, lo mismo que Marte, pero gracias a cierta divinidad eso sucederá dentro de miles de millones de años. Desaparecido el hombre de la faz de la Tierra, en ella reinarán todavía los lagartos, los berberechos, el bacilo de Koch y otras criaturas que resistan hasta el final la adversidad del universo. Tal vez el último superviviente será una bacteria semejante a aquella mediante la cual se inició la vida en una charca africana. El tiempo no existe. Entre estas dos bacterias hermanas, el tiempo se habrá constreñido a un punto inmaterial en cuyo interior se hallará la historia de la humanidad como un episodio secundario de la bioquímica. A pesar de esto, hay gente que saca pecho y dice: usted no sabe con quién está hablando.

jueves, 29 de noviembre de 2007

El tiempo del sueño

Los aborígenes australianos creen en dos formas de tiempo, dos sistemas paralelos de actividad: uno es el tiempo cotidiano y objetivo; el otro, el tiempo del sueño o Altjeringa, un círculo infinito, espiritual, más real que la propia realidad. Una especie de presente eterno y mágico al que sólo algunos iniciados pueden acceder a través de ciertos rituales. Cualquier cosa que ocurra en el tiempo del sueño establecerá los valores, símbolos y leyes de la sociedad Aborigen.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Un Rey incomprendido

Pocos reyes han sido tan polémicos, incomprendidos, criticados y defenestrados como Carlos II de Habsburgo, al que el pueblo llano renombró El Hechizado por absoluta ignorancia. Casi todo lo que nos ha llegado acerca de su figura ha sido para mal, para mofarse de sus enfermedades, para regocijarse sobre su supuesto retraso mental o para rechazar su peculiar forma de gobierno.
Lo cierto es que Carlos II fue el último Rey del peculiar Imperio Español, y el más quijotesco de todos los reyes que este país ha tenido. Tras él sólo hubo silencio. Luego llegó la aburrida, sosa, racionalista e insoportable monarquía francesa de los Borbones.
Carlos II murió a los 38 años sin dejar descendencia, y con él murió la casa de los Austrias. Murió su filosofía nietzscheana de la vida, su irracionalismo germánico (y tan español), el decadentismo, el esperpento ibérico y el alegre caos que imperó durante su mandato. Bajo los Austrias germinó el Siglo de Oro, Cervantes, Quevedo y El Dorado. La alquimia fue elevada a estatus de arte.
Si Dalí hubiese elegido retratar algún monarca español, habría pintado a Carlos II en su lecho de muerte: cadavérico, velado por brujas y chamanes, con la cabeza rodeada de palomas muertas y los intestinos de un cordero aún calientes sobre su vientre. ¿Cabe imaginar una escena más surrealista?