lunes, 19 de noviembre de 2007

Un Rey incomprendido

Pocos reyes han sido tan polémicos, incomprendidos, criticados y defenestrados como Carlos II de Habsburgo, al que el pueblo llano renombró El Hechizado por absoluta ignorancia. Casi todo lo que nos ha llegado acerca de su figura ha sido para mal, para mofarse de sus enfermedades, para regocijarse sobre su supuesto retraso mental o para rechazar su peculiar forma de gobierno.
Lo cierto es que Carlos II fue el último Rey del peculiar Imperio Español, y el más quijotesco de todos los reyes que este país ha tenido. Tras él sólo hubo silencio. Luego llegó la aburrida, sosa, racionalista e insoportable monarquía francesa de los Borbones.
Carlos II murió a los 38 años sin dejar descendencia, y con él murió la casa de los Austrias. Murió su filosofía nietzscheana de la vida, su irracionalismo germánico (y tan español), el decadentismo, el esperpento ibérico y el alegre caos que imperó durante su mandato. Bajo los Austrias germinó el Siglo de Oro, Cervantes, Quevedo y El Dorado. La alquimia fue elevada a estatus de arte.
Si Dalí hubiese elegido retratar algún monarca español, habría pintado a Carlos II en su lecho de muerte: cadavérico, velado por brujas y chamanes, con la cabeza rodeada de palomas muertas y los intestinos de un cordero aún calientes sobre su vientre. ¿Cabe imaginar una escena más surrealista?

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