Vivimos en la era de los centros comerciales, la encarnación del consumismo más extremo, brutal y frenético. Madrid está infestado de ellos. Monstruosos pabellones de acero, cristal y hormigón, repletos de tiendas donde domina la filosofía del usar y tirar, del plástico barato y de los dependientes chuloputas. Espacios creados en tiempo récord para satisfacer las demandas expansionistas de franquicias horribles y restaurantes grasientos.
En Madrid, el último de estos engendros se jacta de ser el primer centro comercial con lago, una charca que apestará a cloro y antialgas en medio del secarral manchego. No se puede ser más hortera.
En Madrid, el último de estos engendros se jacta de ser el primer centro comercial con lago, una charca que apestará a cloro y antialgas en medio del secarral manchego. No se puede ser más hortera.
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